11 mayo, 2012

Cincuenta y seis Nubes

Me enamoré en vitrina
me enamoré en cintura
en tus manos
en cuclillas
en medio de tu voz
enredado y erguido.
Me enamoré sentado
acostado
esperando tu cuerpo
soportando el calor
tejiendo palabras.
Me enamoré junto al vino
a la madera, junto a las sabanas
a la estación.
Me enamoré concienzudo
entero, en medio del cuarto
escuchando a Aristimuño
escuchando su voz,
me enamoré de la tuya
me enamoré de tu ropa
de tu suerte
de la mía
de tus pasos
del sabor.
Me enamoré de tus labios
de las comidas
de las visitas
y de las despedidas.
Me enamoré de los rezos
de los caldos, de tu abrigo y alegría.
Me enamoré de las noches
de los días
de las madrugadas,
de las conversaciones
de las discusiones
y las llamadas.
Me enamoré del vientre
de lo dulce y lo salado,
me enamoré en combate
sin tregua y sin soldados.
Me enamoré sólo,
rendido
triunfando.
Me enamoré en las buenas
en las malas
en tu enfermedad,
me enamoré por la mías,
en las tuyas,
en la oscuridad
me enamoré con tu luz
junto al cigarro
a la guitarra
y la familia,
me enamoré este año
él que viene y los que vendrán.
Me enamoré estando perdido
encontrado
enojado
enriquecido
y empobrecido
a tu lado
del mio.
Me enamoré de tus vicios
de los colores
de las fragancias
de las esquinas
de los rincones
en todos lados;
me enamoré de ti
y tú de mí,
tal por cual.

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